El perfume a lavanda avisa, apenas al llegar a Brihuega, que las flores azules ya llenan los campos del valle del Tajuña. Es pleno julio. En torno a este pueblo, Villaviciosa y Cogollor se extienden cientos de hectáreas plantadas con espliego (Lavandula angustifolia) y lavandín (el híbrido Lavandula x intermedia), que han transformado el paisaje y la economía de la región.
En el momento cumbre de la floración, el paisaje de los campos de la pedanía de Malacuera, a siete kilómetros de Brihuega, se convierte al atardecer en el escenario del Festival de la Lavanda.
Las cualidades de la tierra, la situación en altiplanicie de la zona y un clima idóneo lo han hecho posible. El autóctono espliego, que crecía espontáneamente en el campo, ya avisaba de estas posibilidades. Pero fue el viaje a la Provenza de un alcarreño en los años sesenta el punto de partida de la idea de cultivarlo de forma extensiva.
En el momento cumbre de la floración, el paisaje de los campos de la pedanía de Malacuera, a siete kilómetros de Brihuega, se convierte al atardecer en el escenario del Festival de la Lavanda. Música clásica, gin tonics aromatizados, cómo no, con las perfumadas espigas azules, cena... en una velada para los cinco sentidos que este año será el 22 y 23 de julio. A partir de entonces empieza la siega y las destilerías se ponen en marcha para extraer sus aceites esenciales, su aromático tesoro.