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La creatividad de las crasas (1ª parte)

Estas plantas fascinan por igual a debutantes y entendidos. Carnosas rosetas verdes, azuladas, moradas; palmeras enanas o arbolitos con aire de bonsái; rizos o collares de cuentas, crestas y otras extravagancias... las crasas han hecho de su estrategia de adaptación a la sequía un alarde de belleza en hojas y tallos.

Cuatro echeverias en recipientes individuales en un centro de mesa. Su baja necesidad de riego y la escasa profundización de las raíces permiten cultivarlas en recipientes con poca tierra. Copyright: Oficina Holandesa de Flores

Tersas como la cera o con tacto de suave felpa, las carnosas hojas de las crasas forman rosetas y espirales, o se distribuyen a lo largo de los tallos en preciosas, y muchas veces extrañísimas, composiciones. No pocos se preguntan: ¿Silicona? ¿Plástico? ¿Cera? Nada de eso. Pura biología: las crasas son un extraordinario producto de la Naturaleza, que es capaz de generar belleza mientras resuelve dificultades de adaptación al entorno. Y, además, con una extraordinaria creatividad en formas y colores, tantos como las innumerables especies y cultivares de crasas que existen.

Las crasas son un extraordinario producto de la Naturaleza, que es capaz de generar belleza mientras resuelve dificultades de adaptación al entorno. Y, además, con una extraordinaria creatividad en formas y colores.
Como los cactus, las crasas son plantas suculentas, es decir, que han convertido sus órganos, o parte de ellos, en reservorios de agua. En las crasas, esa carnosidad de las hojas y/o tallos no es otra cosa que agua acumulada en los tejidos. Nativas en general de las zonas semiáridas del planeta, donde llueve poco (entre 250 y 600 milímetros al año), la estrategia de supervivencia exigía sacar el máximo partido del agua disponible. Su piel cerosa actúa en consonancia para impedir que se escape ni una pizca; la textura afelpada que lucen otras les permite aprovechar el rocío, la bruma o la mínima gota de lluvia para hidratarse. El tono blanquecino o azulado que caracteriza a muchas les sirve de pantalla de protección contra la fuerza del sol.

Para captar el máximo de humedad del suelo, las raíces de la mayoría se extienden muy superficialmente. ¡Xerófitas, al fin! Además, al contrario de la inmensa mayoría de las plantas, las crasas, como los cactus, mantienen los estomas cerrados de día, ¡para no perder agua, faltaba más! Los abren de noche para absorber el dióxido de carbono que, almacenado como ácido carbónico, se convertirá durante las horas de luz, gracias a la fotosíntesis, en los azúcares que necesita la planta para vivir.

Cómo cuidarlas

Las crasas son plantas fáciles de cultivar y exigen pocos cuidados, siempre que se respeten algunas reglas básicas.

• ¿Qué temperaturas prefieren? La inmensa mayoría de las crasas toleran las temperaturas altas, no así el frío (-1º, zonas 10-11). Los kalanchoes, echeverias y crásulas, por ejemplo, empiezan a pasarlo mal cuando el termómetro se acerca a los 0º. En cambio muchos sédums y ágaves son muy rústicos y toleran grandes fríos. En las zonas de clima mediterráneo y subtropical se pueden cultivar al aire libre muchos ágaves, aloes, sédums, Haworthia fasciata...

La humedad ambiental y el exceso de agua en el suelo reduce la resistencia de las crasas al frío. Si se presentan esas condiciones o es zona de heladas habrá que llevarlas al interior en invierno; si no es posible será necesario cubrirlas con una manta de hibernación o con una arpillera. Muchas de ellas precisan pasar un poquito de frío en invierno para florecer.

• ¿Sol o semisombra? Que procedan de zonas semidesérticas no significa que todas las crasas vivan bien a pleno sol. Las hawortias y gasterias no llevan bien el sol directo, por ejemplo; en cambio, esa es la situación ideal para ágaves, aloes, crásulas, echeverias, kalanchoes, sédums... Los aenios y senecios, por su parte, necesitan una luz tamizada en las horas más calientes del verano.

Si se cultivan de puertas adentro, deben situarse junto a una ventana donde reciban mucha luz, preferentemente orientada al sur, caso contrario se ahilarán y debilitarán. Alrededor de abril, una vez que haya pasado el peligro de las heladas tardías, agradecerán que se las saque al exterior, pero habrá que habituarlas poco a poco: exponerlas una hora un día, dos al siguiente, y así hasta completar dos semanas. Este mismo procedimiento conviene aplicarlo también a las plantas muy jóvenes y a las que se acaban de trasplantar.

• ¿Qué sustrato necesitan? Originarias como son de climas semiáridos, prefieren una tierra pobre y sobre todo porosa, que les asegure un excelente drenaje y aireación. Los sustratos específicos para cactus son los más adecuados, ya que contienen además altas dosis de magnesio, que previene la podredumbre radicular. Conviene trasplantarlas en primavera. Es importante manipularlas con cuidado; son muy frágiles y por las heridas pueden colarse hongos.

• ¿Se deben abonar? Si se observan las zonas de donde provienen y su lento crecimiento, las crasas no evidencian grandes necesidades nutricionales. Solo las que viven en maceta pueden precisar abono, aunque siempre con mesura, y sobre todo para estimular la floración. Conviene utilizar fertilizantes específicos para cactus y crasas de marzo a septiembre, y aplicarlos siempre sobre el sustrato humedecido, respetando la dosis y la frecuencia indicadas en el envase.

• ¿Qué enfermedades padecen? Los males que acechan a las crasas provienen del exceso de agua en el sustrato y/o una atmósfera húmeda, mal ventilada y fría (hongos de pudrición), mucha sombra (cochinilla algodonosa, sobre todo, pero también cerosa), quemaduras producidas por el sol (por ello hay que aclimatarlas antes de exponerlas del todo en el exterior), exceso de sequedad y calor (araña roja). Babosas y caracoles encuentran apetitosos sus tallos y hojas carnosos. Si amarillean las hojas puede ser síntoma de clorosis a causa de un suelo alcalino.

• ¿Cómo multiplicarlas? En general, cada hoja de las crasas es capaz de generar una nueva plantita. También se pueden separar los hijuelos que van naciendo junto al tallo o las rosetas. Basta con entrerrar apenas el retoño, ramita o base de la hoja en un sustrato de arena y turba humedecido.

Ver La creatividad de las crasas (2ª parte)

Más información:

Ficha Echeveria sp., Verde es Vida nº49, página 36 (ver en la web) 

Ficha Aloe vera, Verde es Vida nº53, página 38 (ver en la web

Sédums: mucha belleza, pocos cuidados, Verde es Vida nº68, página 28 (ver en la web

Cactus: a falta de agua, mucha belleza, Verde es Vida nº64, página 28 (ver en la web

 

  • Solas o en compañía, pero bien apretadas
    Solas o en compañía, pero bien apretadas

    A las crasas les gusta vivir apretadas. Ya sea en solitario, en pequeños tiestos, incluso en latas de té o de especias, o agrupadas en preciosas combinaciones en macetas y tinajas de terracota o madera para aprovechar su variedad de formas y colores. Los recipientes pueden ser bajos e incluso planos, ya que sus raíces no profundizan. Esta característica y su escasa necesidad de agua permiten utilizarlas también en composiciones en marcos de cuadros o jardines verticales, como el de la foto, sostenidas por una malla metálica. Como son plantas de lento crecimiento, el conjunto se mantiene prácticamente sin cambios durante largo tiempo.
    Las crasas se utilizan incluso en cubiertas vegetales; actualmente se venden tepes de sédums listos para instalar. En el jardín lucen perfectas en una rocalla (el calor que la piedra irradia de noche les resulta beneficioso) o en el rincón más seco y soleado, con algunas excepciones. Se han de evitar las zonas de tierras arcillosas y pesadas, o donde se encharque el agua. Y deben ser protegidas de la humedad y el frío al menos el primer invierno.
    Foto: FarOutFlora

  • ¿Cuánto hay que regarlas?
    ¿Cuánto hay que regarlas?

    Regarlas en exceso es el mayor error que se suele cometer con las crasas. Demasiada agua y, sobre todo, un sustrato apelmazado y mal drenado propician la aparición de hongos y la muerte de la planta. De octubre a marzo no deberían regarse en absoluto, a lo sumo pulverizar con agua el sustrato; en abril y mayo bastaría con regarlas dos veces al mes, y en adelante, mientras haga calor, habría que darles agua una vez a la semana o cada 10 días, especialmente a las que viven en maceta. Antes de regar es fundamental comprobar que el sustrato esté seco.
    Foto: Hortulus

Reportaje completo nº 70 >> página 26