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Ásteres (2ª parte): Cómo cuidarlos

Conocer las exigencias de cultivo de los ásteres te permitirá disfrutar año a año de su floración de otoño. Aquí te contamos qué cuidados necesitan. ¿Sabes que también hay ásteres que dan flor en verano? Descúbrelos.

Una masa de flores violetas de áster sobre las vías del High Line Park de Nueva York, en pleno otoño. Copyright: Ryan Somma

¿Qué necesitan los ásteres? 

• Mucha luz: Los ásteres florecerán más abundantemente y conservarán un porte compacto si reciben suficiente luz. Viven bien a pleno sol o en sombra ligera. En cambio, si se plantan en sombra las ramas crecerán débiles y ahiladas y darán poca flor. No son plantas de interior.

• Un sustrato bien drenado: Requieren en general un suelo profundo, fértil y fresco. Sin embargo, algunas especies prefieren los sustratos de fertilidad media, y otras, las tierras pobres, levemente secas y alcalinas (fíjate en los textos que acompañan cada especie que mencionamos). Que el suelo drene bien y no acumule agua es una exigencia de todos los ásteres.

• Un lugar en el jardín o una maceta: Antes de plantarlos en el jardín es necesario trabajar muy bien el terreno desmenuzando los terrones. Los ásteres también viven bien en contenedores, especialmente las variedades rastreras y compactas, siempre que sean profundos.

• Riego regular: Procura que el sustrato se conserve fresco, es decir, con un cierto grado de humedad (no mojado). Para ello deberás regarlos según la temperatura y la sequedad ambiental: con mayor frecuencia en verano o cuando están recién plantados, y menor cuando las temperaturas sean bajas. Comprueba siempre el grado de humedad del sustrato antes de regar. Evita a toda costa el encharcamiento.

• Abono para plantas de flor: La aplicación regular de un abono rico en fósforo y potasio durante el periodo de floración te asegurará una producción abundante y prolongada de flores.

• Una floración duradera: Eliminar las flores marchitas incentivará una floración más larga y evitarás a la vez la producción de semillas. Si pinzas algunas ramas puedes escalar la emisión de flores.

• Poda: Para que las matas se conserven compactas conviene despuntarlas una o dos veces, en primavera e inicios del verano. Al final de la temporada de floración deberás cortar las ramas al ras y cubrir el suelo con compost o estiércol bien descompuesto.

• División de las matas: Cada tres o cuatro años es necesario dividir las matas para garantizar una floración de calidad y, de paso, obtener más plantas; debes hacerlo cuando haya pasado la floración. También se multiplican por esquejes en primavera, y por semilla.

• Hongos bajo control: Durante el otoño, los ásteres pueden sufrir el ataque del oídio y la roya, a los que favorece la humedad ambiental. El oídio se manifiesta en forma de manchas de polvillo blanco en las hojas, y la roya, como pústulas de color herrumbre en hojas y tallos. Debes aplicar inmediatamente un fungicida (pide consejo en tu centro de jardinería). Para prevenir estas enfermedades es importante no plantar los ejemplares muy juntos o a la sombra. Hay ásteres resistentes al oídio (fíjate en los textos que acompañan cada especie que mencionamos).

• Caracoles y babosas a raya: Las hojas y tallos de los ásteres sirven de alimento a los limacos. Se pueden mantener alejados mediante repelentes o trampas, que podrás conseguir en tu centro de jardinería.

LOS ÁSTERES DE VERANO

Aster alpinus

Este áster rastrero (15-30 centímetros del altura) florece desde el final de la primavera a mediados del verano. Oriundo de los Alpes y otras zonas europeas de montaña (con subespecies en Canadá y el norte de EEUU), soporta grandes fríos y admite los suelos calizos, con un pH máximo de 7,5. Prefiere una fertilidad media a baja y un clima fresco. Es de lento crecimiento. Resulta ideal para rocallas y taludes.

Aster tongolensis

Se distingue por el disco anaranjado de sus cabezuelas florales, que surgen desde mediados del verano a comienzos del otoño. Las lígulas son azul lavanda, azul violáceo, violeta y violeta oscuro. Es originario de China y el Himalaya. Las plantas alcanzan en general de 45 a 60 centímetros, aunque algunos cultivares apenas se elevan 20-30 centímetros. El ‘Berggarten’ es especialmente atractivo y resistente al oídio.

Ver 1ª parte

  • Aster ericoides: nieve de margaritas
    Aster ericoides: nieve de margaritas

    Nativo del este de EEUU y el norte de México, este áster produce pequeñas margaritas de 12 milímetros de diámetro de color blanco o azul o rosado pálidos. Las matas alcanzan entre 0,5 y un metro de altura y pueden necesitar tutores. Es muy rústico (-23º, zona 6). Necesita pleno sol y un suelo moderadamente fértil y bien drenado, de cualquier pH. Entre sus cultivares destaca el prostatus ‘Snow Flurry’, de flores blancas, que forma una mata rastrera con rígidas ramitas que sostienen tantas flores que parece cubierta de nieve; plantado en un tiesto luce como una cascada.
    Foto: Dan Mullen

  • Aster pyrenaeus: del Pirineo francés y los Picos de Europa
    Aster pyrenaeus: del Pirineo francés y los Picos de Europa

    Se trata de una especie endémica (y en peligro de extinción) de la vertiente pirenaica francesa y los Picos de Europa. Las matas son ligeras y apenas rampantes. Entre agosto y octubre produce flores de color lavanda claro con una única fila de largas y finas lígulas; surgen en lo alto de tallos fuertes, rodeadas de hojas lanceoladas. Es una especie de bajo mantenimiento, pero no resiste el calor fuerte. El oídio no la afecta. El cultivar ‘Lutetia’ (en la foto) es el más conocido; crece lentamente y alcanza los 40 centímetros de altura por 50 de ancho. Sus requerimientos son similares a los del Aster amellus.
    Foto: Monique Pinguilly

Reportaje completo nº 71 >> página 30